No
hay duda que el concepto de representación política se encuentra en la misma
disyuntiva que otros de las ciencias sociales, es decir, la complicación en su
definición complejiza su entendimiento; sin embargo, con la aparición de
estudios pioneros en este tema podemos ir develando y debatiendo sobre este
tema. Al respecto existe una reciente publicación de los sociólogos María
Tereza Zegada y Jorge Komadina (2014) titulada El espejo de la sociedad, poder y representación en Bolivia que se
ocupa de analizar este tema.
Entendiendo
la representación política como aquel ejercicio conjunto de los individuos en
el que el representante deberá promover el interés del representado, es decir,
lo que hace el representante tiene que hacerlo en interés de quien lo eligió.
Dicho esto, se estará de acuerdo con los autores mencionados que entender la
representación es analizar el contenido sustantivo de la actividad de
representar, en lo que sigue me interesa hacer énfasis en tres aspectos
vinculados con este tipo de concepto: 1. Lo corporativo en la representación;
2. La relación entre el representante y su conducta; y 3. La dimensión
territorial de la representación política.
1. Lo corporativo en la representación: En
el texto mencionado los autores alertan respecto al peligro del llamado
corporativismo (Zegada y Komadina, 2014:202) cuando hablan de la representación
sustantiva, esta alerta puede ser matizada con otra perspectiva distinta que se
basa en los defensores de la "política de la presencia", que se
inicia en los años sesenta del siglo pasado en los que "la lucha por la
igualdad centrada en el conflicto de clase fue poco a poco dejando hueco a
reivindicaciones originadas por otro tipo de discriminación (raza, sexo, etnia,
etc.) En este proceso reivindicativo con el tiempo se fue insistiendo cada vez
más en la necesidad de lograr el cambio cultural, antes que el
económico-político, y en la obligación de tener en cuenta la diferencia no de
ignorarla" E. García Guitián (2001:218); esta política de la presencia fue
vivida por nosotros a partir de fines de los noventa del siglo pasado en lo que
puede ser caracterizado como el inicio de la circulación de las élites
políticas bolivianas. Por tanto no se debería tener miedo al llamado
corporativismo como pretenden alertar Zegada y Komadina, sino en sentido
contrario, porque la política de la presencia tiene como una de sus
características el de penetrar en el modelo institucional para acabar con
exclusiones existentes y ofrecer oportunidades para introducir nuevos temas en el
debate político, también porque de alguna forma como decía un analista
tristemente vilipendiado: así nomás habíamos sido.
Más
adelante, se vuelve a hacer mención a este espinoso concepto del corporativismo
en su interpretación general en el texto de Zegada y Komadina, quienes plantean
al igual que el común una postura crítica al respecto como el párrafo anterior,
pero luego comentan con entusiasmo la polifacética actuación de los
legisladores, ellos mencionan que "la actuación de los representantes ya sean
uninominales o plurinominales es múltiple, el caso del diputado Pascual
Huarachi resulta interesante para ilustrar esta situación. Huarachi es un
representante uninominal de Potosí, a la vez es dirigente del sector de
cooperativistas mineros, y es militante del MAS; por lo que, además de sus
fuertes vínculos con el sector a que representa, debe establecer relaciones con
las organizaciones de su territorio, particularmente con campesinos, gremiales,
choferes, comerciantes y otros que manifiestan sus necesidades"
(2014:216).
2. La relación entre el representante y su
conducta: Otro dato que también resulta debatible en Zegada y Komadina es
cuando se refieren a los tipos de representación donde "no existe una
correlación directa entre el origen de los representantes –representación
descriptiva- y su actuación –representación sustantiva" (2014:207), o lo
que es lo mismo, no importa de dónde proviene el legislador siempre actúa de
forma distinta a sus "raíces" políticas; me atrevo a poner en entre
dicho esto porque yo mismo (paréntesis propagandístico) hice una investigación
en la que basándome en datos sociodemográficos de los parlamentarios y su
producción normativa encontré una aproximación en la que sí existiría dicha
correlación positiva.
3. La dimensión territorial de la
representación política: Más adelante Zegada y Komadina mencionan al factor
territorial como un problema para el orden partidista, al respecto conviene
recordar el estudio de John M. Carey (2009) que analiza el accountabilitty de los legisladores, de manera especial en nuestro
caso, menciona que a partir de la inclusión de los diputados uninominales estos
representantes a diferencia de los plurinominales tendrían dos tipos de actores
de veto: el partido y su electorado afincado en su circunscripción y que de
manera sistemática cuando se presentaba un problema importante los diputados
uninominales tendían a romper con la disciplina partidista atendiendo
preferentemente lo que dictaminaba su electorado.
Aquí
los autores mencionados cuando hablan de la representación territorial
sintonizan lo que se dijo antes de Carey, los uninominales actúan como
"delegados de los territorios que los eligieron… sostienen un vínculo
permanente con sus bases…terminan supeditados al mandato de sus electores"
(Zegada y Komadina, 2014:214).
Finalmente,
conviene recordar nuevamente que hay distintas formas de entender este tema de
la representación, pero no debemos olvidar la advertencia que nos está haciendo
constantemente la literatura en las ciencias sociales contemporáneas al
respecto: los políticos importan pero las instituciones importan también, a
nosotros nos queda la tarea de velar porque nuestros representantes junto a las
instituciones sean generadores de círculos virtuosos de desarrollo antes que círculos
viciosos de postergación.
Esta columna fue publicada en una versión editada en el Periódico boliviano Página Siete, suplemento IDEAS, 28 de septiembre de 2014.
Para ver la edición impresa hacer click aquí
No hay comentarios:
Publicar un comentario